Drones subtácticos: la necesidad española.

Yago Rodríguez Rodríguez.

Nadie duda de la necesidad de drones en el campo de batalla moderno, ni de que el futuro de la guerra pasará cada vez más por ellos, sin embargo en comparación con los grandes UAV no tripulados, el incipiente mundo de los SUAV (Small UAV) recibe una atención mucho menor de instituciones y prensa.

Estamos pensando en los drones de Categoría I, esto es una masa inferior a los 150 Kg al despegue, y que se clasifican en small, mini, micro y nano. En este caso nos vamos a centrar en los llamados «micro» que a efectos prácticos pueden considerarse aquellos con una masa de 0,5-6 Kg al despegue.

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A pesar de sus numerosas carencias el Raven ha sido el primer dron pequeño producido y usado en masa.

El desarrollo de la microelectrónica en los últimos años, así como el despegue del mercado civil en este ámbito han dado lugar a una curva de crecimiento y mejora tecnológica exponencial, y con unas economías de escala que la industria de defensa no puede igualar.

Allá donde hay verdadera necesidad ya se ha aprovechado el nuevo mercado de drones civiles para usarlos militarmente, en particular el Estado Islámico se aprovechó de él para adquirir Phantom modificados para mejorar el mando y control (C2), proveer cierta capacidad de ataque y realizar misiones de reconocimiento.

Mientras tanto, en los países de nuestro entorno se ha producido una auténtica explosión de aparatos micro y nano, sin embargo aún no están realmente implementados en las Fuerzas Armadas, más allá de las fuerzas especiales y de los Marines de Estados Unidos, quienes plantean modificar las plantillas de sus pelotones para contar con al menos un técnico encargado de operar un dron micro/nano, entre otras cosas.

Por todo lo anterior, en este artículo vamos a hablar de las bondades y de la necesidad del dron de uso subtáctico, apto para equipar a la infantería y las fuerzas especiales, subrayando el nuevo menú de posibilidades tanto para la guerra convencional como para la asimétrica y las operaciones no convencionales que los SUAV ofrecen.

1. Escenarios.

Para determinar las capacidades del dron subtáctico adecuado hemos de estudiar los escenarios propios de la guerra moderna, mientras que para determinar sus características hemos de atender a las cuestiones presupuestarias y logísticas.

1.1 Escenarios de combate y capacidades.

Los conflictos de las tres últimas décadas han consistido en guerras asimétricas de baja intensidad, en un escenario de pobreza económica, falta de infraestructuras y enemigos dotados de armamento de baja tecnología, pero con un importante apoyo de la población local.

Los artefactos explosivos improvisados (IED en adelante), las andanadas rápidas e  imprecisas mediante morteros, y el tiro a larga distancia mediante fusiles de precisión y ametralladoras pesadas han sido los principales causantes de problemas para las fuerzas occidentales.

El riesgo del combate en población es muy elevado, y en este tipo de escenario las armas ligeras empleadas a corta distancia, de forma sorpresiva y desde posiciones camufladas supone la mayor amenaza.

Escenarios como el de la batalla de Mogadiscio en 1993, más conocido como «Black Hawk Derribado», la batalla de Nayaf en Iraq durante 2004, la batalla de Faluya de 2004, o los enfrentamientos de los paracaidistas portugueses en Bambari, República Centroafricana en 2019.

Las anteriores fueron combates de intensidad baja-media, sin embargo en los últimos años nos hemos topado con enfrentamientos de larga duración; meses o años, actores con más medios, incluyendo blindados, visores térmicos o blindaje personal y densidades de tropas que pueden llegar a asemejarse a las de un conflicto de media intensidad.

Nos referimos a batallas como Marawi, donde el ejército filipino necesito cuatro meses para retomar la ciudad en 2017, la batalla de Raqa en 2017, donde se hizo uso extensivo de artillería americana y bombas guiadas y se arrasó la mayor parte de la ciudad, la batalla de Al-Bab, entre 2016-2017, donde un ejército de la OTAN, el turco, necesitó cuatro meses y la pérdida del equivalente en blindados a dos compañías acorazadas para desalojar al Dáesh…

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Visión de Raqa durante la batalla en la que la artillería y la aviación de EEUU machacaron la ciudad debido a la imposibilidad de avanzar realizando asaltos directos.

Junto a los anteriores aparecen escenarios donde nos salimos del típico combate en población para enfrentarnos a todo lo contrario: grandes convoyes de blindados sobre ruedas y camiones avanzando por malas carreteras en espacios inmensos y poco controlados.

En este caso estamos pensando en la famosa Ruta Lithium en Afganistán, o en las operaciones francesas en Mali (Operación Serval), y es que el Sahel, que tiene una baja densidad de población y que carece de buenas infraestructuras será uno de nuestros mayores quebraderos de cabeza.

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Para recorrer 40 Km de la Ruta Lithium, nuestros soldados necesitaban hasta 24 horas y la compra de numerosos y caros MRAP.

Finalmente, encontramos escenarios de guerra híbrida, o como se le quiera llamar, como Ucrania (2014), Georgia (2008), la guerra del Kargil (1999) o los conflictos tras la disolución de Yugoslavia. En estos casos nos encontramos con una mezcla de actores estatales y fuerzas convencionales tecnológicamente avanzadas con actores no estatales que practican la guerrilla.

Destaca en particular la importancia del espacio electromagnético y cibernético, así como la necesidad de ocultación de las tropas propias para garantizar su supervivencia.

1.2 Escenario presupuestario y características del diseño.

Nuestras brigadas, tal y como anuncia el «Plan Brigada 2035» verán reducido su tamaño, a la par que aumenta el número de tecnologías incorporadas por medio de una amplia gama de productos entre los que el SUAV tiene un papel relevante.

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La situación política nacional e internacional apuntan a que los presupuestos de defensa se mantendrán más o menos estables, si acaso con un ligero repunte, mientras se fomenta la colusión europea de las industrias de defensa, sobretodo para los productos tecnológicamente más complejos.

Por tanto, con el mismo dinero, y las deudas arrastradas del pasado nos veremos obligados a acometer la adquisición de material para un ejército más pequeño en el que todo se ha de priorizar en extremo: desde la logística hasta la adquisición y el mantenimiento.

2. Capacidades y características.

2.1 Capacidades.

El combate en población va a tener un papel igual o más relevante que hasta ahora, por tanto hará falta equipar a toda la infantería; lo ideal sería que a todos los pelotones, de un técnico capaz de manipular un aparato pequeño (0,25-1,5 Kg) pequeño, estable y ágil como para realizar el reconocimiento del complejo terreno urbano, a fin de evitar emboscadas, dirigir a los UGV (drones terrestres armados) o ser una herramienta apta para espacios confinados.

Este tipo de escenarios, unidos a las posibles contramedidas electrónicas del enemigo hacen que lo fundamental sea obtener un aparato con un radioenlace protegido, independiente de ayudas externas, tales como el GPS, y de gran penetración en estructuras, para poder inspeccionar los edificios a distancia sin perder al dron.

En este caso será importante adiestrar bien a los pilotos para que puedan emplear su aparato sin nada más que su habilidad y su emisora, haciendo todo manualmente, sin depender del GPS.

Ahora bien, para distancias mayores, en escenarios rurales o carentes de población, se habrá de buscar un aparato de mayor tamaño que el anterior, pero con una masa al despegue reducida, no superior a los 5 Kg.

Un aparato así puede llevar una gran variedad de cámaras y cargas de pago, incluyendo alguna clase de munición para explotar junto al blanco, un anclaje universal para enganchar repetidores o router wifi… Asimismo se mantendría un radio de acción de al menos 2 Km, a fin de poder lidiar con cualquier clase de arma de infantería: desde ametralladoras pesadas hasta fusiles antimaterial de 12,7 mm.

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Marine probando el SUAV Instant Eye. La necesidad de cualificar pilotos será mucho mayor en el futuro cercano.

La clave del diseño es la intercambiabilidad para alternar cargas de pago y sensores, lo que requiere de emplear elementos comunes de quita-y-pon, en particular respecto a los conectores, el cableado y el fijado de componentes al chasis.

Para este concepto, el aparato ideal es el dron de carreras de largo alcance, con un diámetro de 240-400 mm, y una capacidad de carga de 300 gramos a 1 kilo: más que suficiente para integrar una granada de 40×46 mm, un repetidor wifi o una cámara térmica pequeña, por ejemplo.

La clave de todo esto pasaría por integrar las dos plataformas descritas en dos o cuatro unidades en cada mochila que el técnico del pelotón pueda llevar consigo para proporcionar una burbuja wifi, reconocimiento, o ataque para la unidad.

Naturalmente, para proporcionar autonomía logística en la misma mochila se integraría un buen número de consumibles, repuestos y fuentes de alimentación o generación de energía, en particular placas solares.

El adiestramiento de pilotos sería en todo caso fundamental y para ello se emplearían drones abaratados y simuladores.

En cuanto al mantenimiento, este tipo de drones son pequeños y simples, por lo que se puede adiestrar al soldado para realizar la práctica totalidad del mantenimiento, para lo que sería un buen complemento la adición de un simulador de mantenimiento.

El bajo peso de sus componentes supone una disminuida huella logística, lo que reduce costes y el problema de la logística de última milla, asimismo ahorra recursos y proporciona autonomía a la unidad, algo particularmente útil para las fuerzas especiales.

En definitiva, a cambio de un producto de precio reducido que aproveche el mercado civil existente se obtiene un sistema con dos plataformas, una para espacios confinados y otra para espacios abiertos de baja huella logística, portátil y a la vez con una serie de prestaciones que permiten a la unidad poseer capacidad de ataque preciso (apoyo aéreo cercano) y reconocimiento a varios kilómetros, constitución de pasillos wifi y operaciones cibernéticas, y todo ello a un coste extremadamente competitivo.

2.2 Características.

La clave de este producto será la reducción de su coste económico, su huella logística y el ciclo de vida, así como el aprovechamiento del mercado civil; usualmente llamado «COTS», existente.

Pensemos que un pack de Black Hornet III cuesta unos 90.000 euros al Ejército de Tierra, un Black Hornet II unos 50.000 euros, mientras que otros aparatos como el Huginn X1 o el Instant Eye no se quedan atrás.

Es cierto que estos precios a menudo se deben a una política de compras desacertada, a una gran cantidad de intermediarios, y a una serie de monopolios de ciertas empresas sobre ciertos productos. Sin embargo son factores difíciles de combatir, a no ser que se cuente con compañías de defensa nacionales y un mercado de defensa eficiente y bien organizado, cosa que, desgraciadamente aún no tenemos.

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El Black Hornet III con sus 40 gramos cuesta unos 90.000 euros, una cifra inviable para dotar a todas las FFAA de un ejército como el nuestro.

Sin embargo, es fundamental reducir los precios a menos de 10.000 euros por sistema, siendo lo ideal entorno a 5.000 euros, ya que sólo así podremos equipar a nuestras fuerzas armadas de un gran número de drones con sus respectivos pilotos.

Se deberá aprovechar el mercado de productos civiles en todo lo que satisfagan los requisitos de aeronavegabilidad estatales, ya que este tipo de productos son baratos, están disponibles en gran cantidad y cuentan con versiones modernizadas cada año. No obstante, hay algún apartado donde los productos de la industria de defensa son clave, en particular todo lo relacionado con el radioenlace y su protección, o la obtención de materiales furtivos.

Los diseños deberán ser modulares, y se empleará el mayor número posible de piezas intercambiables para facilitar la logística, en particular todo lo referido al cableado, los conectores, las baterías, las cámaras de pilotaje diurno, ciertas antenas, etcétera. Asimismo, las cargas de pago deberán aprovechar cosas ya disponibles en el ejército, como las granadas de 40 x 46 mm, por ejemplo.

La industria española deberá tener un papel principal en este producto, en particular para desarrollar la base industrial nacional, obtener independencia estratégica en los materiales y reducir los sobre costes derivados de los intermediarios y las actitudes monopolistas de ciertas empresas extranjeras.

Por último, las empresas más adecuadas para enfrentar un proyecto como este son pequeñas y medianas empresas (PYME), ya que son las más eficientes desde el punto de vista económico y del tiempo necesario para acometer proyectos de este tipo.

3. Conclusiones

Es necesario estudiar las necesidades de nuestras unidades subtácticas de tamaño compañía, sección y pelotón, a fin de dotarlas de un aparato capaz de satisfacer las necesidades militares, pero ello sin perder nunca de vista el contexto presupuestario previsible.

Tal estudio, unido a una dotación de recursos bien planeada permitirá abrir un concurso en el que PYMES, e incluso UTE (Unión Temporal de Empresas) puedan presentarse y terminar por proporcionar a nuestras Fuerzas Armadas un sistema de drones; uno para interiores y otro para llevar varias cargas de pago, a un coste asequible.

De esta forma, elevaríamos la potencia de fuego y la capacidad de reconocimiento de las unidades subtácticas de la fuerza, destacablemente las de las fuerzas especiales, a la par que prepararíamos a la industria nacional para desarrollar toda una nueva rama del campo de batalla terrestre, e incluso a futuro preparar tecnologías como el enjambre, la maniobra electromagnética y las operaciones cibernéticas, entre otros.

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Enjambre de drones de la U.S. Navy.

 

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